una nueva forma de hacer aikido

Claro, era viernes, el último viernes al que podría ir, en mucho tiempo, a la práctica de aikido y bueno ya me habían promocionado la clase como para dejar de ir. Era claro, pero mi cuerpo no se comportaba en su 100% y el tiempo se agotaba para llegar. Momentos de rápidas decisiones, correr al centro médico, dejarme colocar la inyección por, la que se diría era, la menos experta de las enfermeras y todo para poder llegar a clase a tiempo, claro sin alimento alguno.
La indecisión, un poco de temor por exigirle tanto al cuerpo cuando ya viene tan maltrecho, pero... el aikido cura hasta las penas del alma (o bueno eso dicen... dejémoslo así).
Fue una clase maravillosa, rara, con toda clase de emociones y claro sensaciones. No es común practicar de ese modo, pero lo más hermoso es la sensación posterior a la practica esa alegría que no se te borra del rostro aunque tu cuerpo proteste... y el resto de la humanidad vea lo contrario! Porque era sentirme enferma pero con alegría, dichosa, extraño. Pero el cuerpo quedó extremadamente agotado y ahora dieta blanda... extremadamente blanda y mucho reposo.