que vengan los grises, las pepas, los matices, los colores...pero solo por un ratito

Ayer en la noche mientras planchaba mi hakama pensaba, y es que tiempo para pensar es lo que se tiene en ese momento, en lo mucho que había pasado desde la ultima vez que la había planchado con juicio. Tanto pero tanto tiempo... al menos cuatro años. Si mis recuerdos no se me entrecruzan creo que hace tanto, deje la práctica de aikido en otro plano, lo recuerdo porque en ese momento quería huir, correr no volver a pisar esos sitios, olvidar ciertos momentos, iniciar recuerdos nuevos, frescos, tal vez más aislados en la montaña.
Recordé mucho las conversaciones con el que fuera mi novio por allá en ese tiempo, cada tarde él me decía lo mismo, pero acaso no puedes dejar de ir hoy? y si a veces, pero solo a veces, nos quedamos allí, bajo la sombra de ese arbolito, fusionando nuestros sueños... pero la mayoría corría con mucha prisa para no llegar tarde a la clase de aikido y él me miraba con cara de aburrido desde los vidrios de la puerta del salón 219 del polideportivo. Tiempo después, tal vez por ironía de la vida, entendí sus sentimientos y era yo la que decía: y será que hoy por esta noche no puedes dejar de ir? y era yo la que lo miraba con cara de aburrida por los vidrios de la puerta del kishintai... así es la vida, así de irónica...
Mirando sus pliegues, que hace rato dejaron de ser siete, para convertirse en una cantidad aún no determinada, pensé en todas las vueltas que ha dado mi vida, en lo que era... y es que ver ayer al sujeto en cuestión, me dejó pensativa... claro es que cuatro años son cuatro años... y aunque pensé apuntarle duro, al lugar donde más le duele, al verlo ahí, llorando porque ella, si la misma, se encuentra lejos, me pareció una vileza aprovecharme de su tristeza… es más me sentí reflejada hace un poco más de un año… ahora bien, que yo terminé dándole consejos de amor a aquel, no es una cosa que se presente todos los días… pero tampoco pensé hacerlo un día… así es, las vueltas que da la vida…